martes, 23 de mayo de 2017


UNA VIDA NUEVA

El Buscando leones en las nubes de esta semana vuelve a acomodarse al formato misceláneo que tan grato me resulta y en el que tanto he incurrido a lo largo de las muchas temporadas en que el programa lleva emitiéndose.

La finalidad última de nuestro espacio es ofreceros una selección de música y literatura con la intención de haceros disfrutar de una hora agradable, entretenida e interesante, y para ello, y como sabéis nuestros seguidores más habituales, muy a menudo escojo textos literarios y piezas musicales extraídos de mis lecturas y escuchas más recientes, que no tienen en común ningún nexo salvo la belleza y el interés de unas y otras.

Es el caso de la emisión de esta noche, en la que para completar la vertiente literaria de nuestro espacio he escogido una docena de citas entresacadas de algunos libros que, como digo, he leído en las últimas semanas. Se trata de fragmentos muy propicios para la reflexión, muy evocadores y llenos de emoción. La mayor parte de ellos proceden de novelas, pero hay también textos recogidos de poemas, una biografía y algún ensayo. Sus autores son Adda Ravnkilde, Elizabeth Strout, Richard Russo, Georges Simenon, Garth Risk Hallberg, Logan Pearsall Smith, Emily Dickinson, Marcos Giralt Torrente, Richard Flanagan, Rubem Fonseca, Eileen Chang y Benjamin Black, el alter ego policiaco de John Banville.

Son también conmovedores y bellísimos los temas musicales que completan la emisión, doce canciones interpretadas por mujeres, rezumando delicadeza, sensibilidad, elegancia y encanto. Las interpretan Julia Stone, con el acompañamiento de su hermano Angus, Andrea Motis, Eve St. Jones, Brianna Gaither, Bonnie Bishop, Clementine Duo, Natalie Hemby, Vanessa Collier, Tift Merritt, Elina Duni, Marisa Monte (con la sutil compañía de Arnaldo Antunes) y la algo ñoña pero entrañable anglopakistaní Rumer.

Back where you belong, un bonito cuadro de Jack Vettriano abierto a múltiples evocaciones, acompaña este comentario.


La última vez que estuve en el hospital San Juan de la Cruz en el dique seco había un tipo a quien su esposa acudía a visitar todos los días… Todos, sin excepción. Él no era joven, tendría mi edad. Ella tampoco era joven, no muy atractiva, un poco desaliñada, ya imaginas el tipo. Formaban una pareja corriente. Pero cada vez que ella entraba en la cafetería, que era donde nos encontrábamos con nuestros visitantes, lo primero que hacía siempre era sujetar la cara de él entre las manos y besarle en la boca apasionadamente, como si fuesen una pareja de jóvenes amantes y llevasen semanas sin verse ni acariciarse.
—Bonita historia.

—Lo más extraño era el impacto que nos causaba a los demás.

—¿Cómo era?

—Nos sentíamos un poco incómodos y guasones y desdeñosos…, ese tipo de cosas, ya te puedes imaginar. Pero lo que sentíamos con mayor intensidad era tristeza. Simplemente eso, tristeza. Eso no habría pasado de hecho si ellos hubiesen sido jóvenes y guapos… Imagino que entonces habríamos estado celosos. Pero no, nos sentíamos tristes. Creo que lo que veíamos en ellos, en aquella pareja de cuarentones que estaban allí besándose, era el reconocimiento de lo que nosotros habíamos perdido o que nunca habíamos tenido… Todas las posibilidades de la vida que habían pasado de largo, que nosotros habíamos dejado pasar sin ni siquiera extender una mano para detenerlas, para aferrarlas. No me malinterpretes, esa tristeza no era un sentimiento lacerante. Era como… como uno de esos jirones de bruma que te atraviesan en un día caluroso, provocándote un escalofrío y dejándote con una sensación de frío que antes no tenías. Benjamin Black

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por darnos la oportunidad de poder disfrutar de estos textos tan maravillosos y que seguro que no hubiera leído o escuchado en la vida si no es por "Buscando leones en las nubes".
No se de donde sacas tiempo para leer, escuchar música... grabar el programa y seguro que mil actividades más... Nos tienes que decir el secreto.
Un abrazo
Alberto:)

Alberto San Segundo dijo...

Gracias, Alberto. Me alegro de que te haya gustado...

... y el tiempo, bueno... lo estiro lo que puedo, claro (porque el "secreto" no te lo puedo decir... ¡¡¡mira que si ahora revelo lo de Mefistófeles!!!).

Un abrazo