martes, 17 de enero de 2017


EL AMOR ES COMO UNA FIEBRE

Esta semana continuamos con Diccionario del amor, el magnífico libro presentado por la editorial Alba, en el que Pierre-Louis Rey, el reputado especialista en la obra del francés Stendhal, escoge más de cuatrocientas citas, entresacadas de distintos textos del autor, dedicadas todas ellas a distintas aproximaciones al fenómeno amoroso.

Catorce de esas muy sucintas reflexiones, de naturaleza aforística en casi todos los casos, aparecen en el programa de hoy, complementadas por otros tantos temas musicales, profundos y repletos de melancolía, intimistas y recogidos, delicados y rezumando sensibilidad, con los que se completa una emisión que espero sea de vuestro agrado.

Silvia Pérez Cruz con el Trío de Javier Colina, Ed Harcourt, Joana Machado, Grant-Lee Philips, Regina Spektor, Stephen Steinbrink, Grise Cornac, Youssou N’Dour, Ima, Bert Jansch con Loren Auerbach, Mor Karbasi con Richard Bona, Angel Olsen, Andrea Motis con Joan Chamorro y el estupendo Richard Hawley han sido los intérpretes de los temas musicales en los que hemos envuelto los penetrantes textos del escritor francés.

Os dejo con un texto extraído de Del amor, la obra “canónica” de Stendhal sobre el tema de nuestro programa de esta semana.


Nos complacemos en adornar con mil perfecciones a una mujer de cuyo amor estamos seguros; nos detallamos toda nuestra felicidad con infinita complacencia. Esto se reduce a exagerar una prosperidad soberbia que acaba de caernos del cielo, que no conocemos y de cuya posesión estamos seguros.

Si se deja a la cabeza de un amante trabajar durante veinticuatro horas, resultará lo siguiente:

En las minas de sal de Salzburgo, se arroja a las profundidades abandonadas de la mina una rama de árbol despojada de sus hojas por el invierno; si se saca al cabo de dos o tres meses, está cubierta de cristales brillantes; las ramillas más diminutas, no más gruesas que la pata de un pajarillo, aparecen guarnecidas de infinitos diamantes, trémulos y deslumbradores; imposible reconocer la rama primitiva.

Lo que yo llamo cristalización es la operación del espíritu que en todo suceso y en toda circunstancia descubre nuevas perfecciones del objeto amado.

Un viajero habla de los bosques de naranjos de Génova, a orillas del mar, en los días abrasadores de estío; ¡qué dicha gustar este frescor con ella!

Un amigo nuestro se rompe un brazo en una cacería; ¡qué delicia recibir los cuidados de una mujer amada! Estar siempre con ella, viendo incesantemente las manifestaciones de su amor, nos haría casi olvidar el sufrimiento; y así partimos del brazo roto de nuestro amigo, para ya no dudar de la angélica bondad de nuestra amada. En una palabra, basta pensar en una perfección para atribuírsela a la mujer amada.

Este fenómeno que yo me permito llamar cristalización viene de la naturaleza que nos ordena el placer y nos envía la sangre al cerebro, del sentimiento de que los placeres aumentan con las perfecciones del ser amado y de la idea de que este me pertenece. El salvaje no tiene tiempo de ir más allá del primer paso. Siente el placer, pero la actividad del cerebro se emplea en seguir al ciervo que huye por el bosque y con cuya carne tendrá que reparar sus fuerzas enseguida, so pena de caer bajo el hacha del enemigo.

En el otro extremo de la civilización, no dudo que una mujer sensible llegara al punto de no hallar el placer físico sino con el hombre a quien ama. Es lo contrario del salvaje. En los pueblos civilizados, la mujer dispone de tiempo y de ocio, mientras que al salvaje le apremian de tan cerca sus ocupaciones, que se ve obligado a tratar a su hembra como a una bestia de carga. Si las hembras de muchos animales son más afortunadas, es porque la subsistencia de los machos está más segura.

Pero dejemos las selvas para volver a París. Un hombre apasionado ve en la mujer amada todas las perfecciones; sin embargo, la atención puede estar distraída aún, pues el alma se cansa de todo uniforme, incluso de la felicidad perfecta.

No hay comentarios: