martes, 30 de marzo de 2010


EL DON DE LA EBRIEDAD

Con una copa de vino en la mano y brindando por las ya inminentes y deseadas jornadas de holganza vacacional despide Buscando leones en las nubes este trimestre. Y el brindis (y la mención a la ebriedad de nuestro título, no ‘claudiorodriguesca’, pese a la apariencia) no resulta meramente testimonial, porque es la bebida, el alcohol, es, más en particular, el vino el que protagoniza esta emisión inmediatamente anterior a la Semana Santa.

El vino aparece en la literatura, con una selección de poemas de destacados autores de muy diferentes épocas y países, de estilos y planteamientos literarios también muy diversos. Todos los poemas escogidos tienen como objeto al delicioso placer que se extrae de una acogedora botella, también al abismo torturante, a las desasosegantes pesadillas a que puede conducirnos la bebida, al vino como elixir y como narcótico, como eficaz iluminador de la existencia y como benéfico licor que propicia el olvido, al vino como apoyo e impulso para la creación, como desencadenante del amor, como cálido abrazo frente a las desgracias de la vida, al vino como apertura al éxtasis, como liberador de la conciencia, como don divino, el don de la ebriedad, ese regalo que nos permite contemplar la vida transformada, plena de emociones y repleta de sentido en un dulce momento de lucidez, ese momento privilegiado y único en el que, con una copa en la mano, gozamos de ese instante fugitivo que es la vida. Relacionados con esos variados aspectos de la experiencia bebedora, he leído versos de Chang Nan, Horacio, Pere Rovira, Constantino Cavafis, Ben Az-Zaqqaq, Pablo Neruda, Jesús Munárriz, José Manuel Caballero Bonald, Fernando Serrano, Omar Khayam, Fernando Pessoa y Jorge Luis Borges.

Igualmente, gran parte de estas evocaciones (las más jubilosas) a las que induce el vino se recogen en el magnífico Doble retrato con un vaso de vino, esa representación espléndida del amor, con la copa como centro, debida a la inspiración de Marc Chagall, con la que he querido ilustrar esta entrada. La mujer que (como ocurre tantas veces) sostiene a su amante, éste que, juguetón y cariñoso, le tapa un ojo, el hijo sobrevolándolos a ambos por el aire, el blanco nupcial, el escote pronunciado, la pierna adelantada, descubierta, los luminosos colores, el abanico florido, las sonrisas alegres, el regocijo y la felicidad que se entrevén en la actitud de la pareja, la ciudad minimizada al fondo, banal escenario de un amor que no respeta el principio de realidad, de un amor al que le sobra el mundo… y la copa de vino, el vino, quizá desencadenante, quizá corolario del éxtasis amoroso… ¡qué maravilla!

La música también participa de esta atmósfera algo disipada, aunque en este caso no me he limitado al vino y he ampliado conscientemente la perspectiva con la que contemplar el fenómeno. Es, pues, el alcohol en general, y su universo, presente en cerveza y champán, whisky y otros bebedizos, pero también en barras de bar, borrachos y botellas vacías, noches de derrota y embriaguez, mañanas de resaca y desconcierto, de remordimiento y culpa, días de vino y rosas, el que está presente en la mayor parte de las excelentes canciones que han sonado. Unas piezas, casi todas respetuosas con el tono intimista y recogido que casi siempre pretendo imponer en Buscando leones en las nubes, interpretadas por Deanna Carter, Van Morrison, Aretha Franklin, Aroah, Diana Krall con Cassandra Wilson, Merle Haggard, Cat Power, Laura Cantrell, Katie Melua, Loudon Wainwright, Tom Waits y Elliot Smith.

Os dejo, con la copa de champán en la mano, esbozando ya la despedida del trimestre, algunos vídeos de algunos de los artistas que hemos escuchado en el programa. En primer lugar, la magnífica Cat Power interpretando su Lived in bars en un concierto en televisión. A continuación, la lánguida Katie Melua con una versión de Lilac wine también en vivo. Y para terminar, tres acercamientos a esa obra maestra indiscutible que es Between the bars: la recreación, algo fría, quizá, de Madeleine Peyroux, con un fondo de imágenes tristes; la intensa y emotiva de Chris Garneau, que ya os había ofrecido aquí hace algunos meses; y la originaria, la de su creador, Elliot Smith, que es la que ha cerrado el programa y con la que clausuramos también esta entrada, el trimestre y mi participación en el blog hasta dentro de quince días. ¡¡Pasad unas muy buenas vacaciones!!




El don de la ebriedad

martes, 23 de marzo de 2010


BORIS VIAN

Una semana más seguimos con homenajes en Buscando leones en las nubes. Hoy nuestro invitado es Boris Vian, en unos días en que se cumplen los cincuenta años de su prematura muerte, el pasado 23 de junio, y los noventa de su nacimiento, el 10 de marzo de 1920. (Cierto, se trata de dos fechas algo separadas en el tiempo, pero aun así, suficientemente cercanas como para propiciar el tratamiento conjunto de ambas efemérides).

Boris Vian fue un escritor, y la de la escritura es sólo una faceta de su proteica personalidad artística, que tuvo en nuestro país una extraordinaria acogida a finales de los setenta y principios de los ochenta del pasado siglo, con la democracia estrenándose, y que ahora, con ocasión de este doble aniversario, vuelve a estar en los medios de comunicación, en los suplementos culturales y, lo que es más importante, en los estantes de las librerías. Boris Vian fue dramaturgo, traductor, novelista, poeta, autor de canciones, todo ello en su faceta literaria, pero también trompetista de jazz, actor, ingeniero, una personalidad muy rica, desbordante, que en los escasos y jovencísimos cuarenta años que vivió antes de su anunciada desaparición a causa de una dolencia cardiaca que le había sido diagnosticada ya de niño, pobló el mundo con decenas de manifestaciones de su talento: discos, novelas, poemas, obras de teatro, actuaciones en películas e incluso una ópera por él compuesta.

El genio creador de Boris Vian se caracteriza por el espíritu subversivo y provocador, por su rebeldía frente a las formas más esperadas y previsibles del lenguaje y de la vida, por su falta de aceptación de los convencionalismos sociales y literarios. Su vitalidad, su espíritu lúdico, sus permanentes juegos con las palabras, con la vida, su experimentalismo, su resistencia al poder, su oposición al militarismo, su negativa radical al fácil encasillamiento en un género, en una profesión, en una categoría, su militancia apasionada en el delirante pero liberador movimiento patafísico, lo convirtieron en un personaje extraordinariamente influyente entre la intelectualidad de su época, pero sobre todo para los jóvenes que en 1968 tomaron las calles de París al grito unánime de la imaginación al poder. No sorprende tampoco que en España, en esos momentos de la eclosión festiva, del auge alegre de la libertad tras la muerte de Franco, se hubiera traducido una gran parte de su obra. Revisando mi biblioteca antes de preparar esta entrada me he encontrado con La espuma de los días, La hierba roja, El arrancacorazones, El otoño en Pekín y El lobo-hombre, cinco novelas magníficas, en las ediciones de Bruguera de entre 1978 y 1982. Han aparecido, igualmente, con sus páginas amarilleando, ediciones de bolsillo de sus novelas policíacas, que publicó con el seudónimo de Vernon Sullivan, Escupiré sobre vuestra tumba, Con las mujeres no hay manera, Todos los muertos tienen la misma piel y Que se mueran los feos. Y además, libros de cuentos, como Las hormigas, o procaces acercamientos al erotismo con sus Escritos pornográficos... En fin, reparad en que ya os he mencionado una larga decena de libros del francés, prueba evidente de lo mucho que me llegó a interesar hace treinta años, cuando uno era un jovenzuelo ingenuo y lleno de ilusiones y la adolescencia perpetua, el juego como norma, la permanente transgresión, la alegría vital y su paradójico correlato, el escepticismo inteligente de Boris Vian coincidían con mis sueños y aproximaban al francés a mis propias señas de identidad. El doble aniversario de su nacimiento y de su muerte puede desencadenar, al menos yo así lo espero (en una especie de recuperación de mi primera juventud), una masiva reedición de sus obras, muchas de las cuales, dado el paso del tiempo, resultan hoy inencontrables. De hecho ya están apareciendo libros nuevos en las editoriales Tusquets (que ofrece en su catálogo gran parte de la obra novelística de Vian) o Hiperión, entre otras.

En este marco de celebraciones ‘vianescas’ se inscribe el libro en el que me he centrado para confeccionar la emisión de hoy. Se trata de No me gustaría palmarla, publicado en una edición preciosa por la Editorial Demipage en el pasado 2009. En él se plasma una iniciativa de una editora canadiense independiente que recoge veinticuatro poemas de Boris Vian, ilustrados con viñetas de conocidos dibujantes de ambas orillas del Atlántico. En sus versiones en castellano, los editores han recurrido a la traducción de destacados músicos, escritores y poetas españoles e hispanoamericanos, de sensibilidad muy cercana a la del irreverente Vian, como son, entre otros, Fernando Savater, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca, Jenaro Talens, Santiago Auserón, Rafael Gumucio o Amelia Gamoneda. El resultado final es una delicia, un librito excepcional que, quizá, os puede servir a aquellos de vosotros que no conozcáis a Boris Vian para adentraros en su obra de un modo gradual antes de degustar sus novelas. De él he entresacado los once textos que conforman la oferta literaria del programa que ahora os presento. Creo que aparte de interesantes en sí mismos resultan suficientemente representativos del universo y de las principales preocupaciones de su autor.

Para acompañar musicalmente los poemas elegidos he manejado decenas de canciones. Hay muchos discos recopilatorios de las canciones compuestas por Boris Vian, bastantes con intérpretes de su propia época o inmediatamente posteriores, algunos más modernos y actuales; hay grabaciones en las que el autor canta sus propias creaciones, otras en las que, tocando la trompeta, se aproxima a los grandes clásicos del jazz; hay versiones de músicos famosos y otras de auténticos desconocidos, al menos para mí; hay recreaciones espléndidas desde el punto de vista musical, y otras que, con menos pretensiones, reproducen el espíritu festivo, iconoclasta y más juguetón del escritor; hay discos en castellano, como el magnífico del argentino Andy Changó al que pertenece No quisiera morir, la pieza, traducida por el propio Changó y por Javier Krahe, con la que se abre el programa, y hay también todo tipo de rarezas. De todas estas ‘tipologías’ he querido dar cuenta en la emisión, por lo cual he seleccionado once estupendas canciones de estilos muy distintos para complementar sus poemas. Así, han sonado, Andy Changó, Emily Loizeau, Jean Louis Aubert, Carla Bruni, Henry Salvador, Daphné, Barbara Carlotti, Jane Birkin, Philippe Katerine, Holden y el propio Boris Vian poniendo un espléndido broche final al programa con su melancólica versión del Basin street blues.

Para la sección de vídeos he elegido cinco especialmente destacados. Los cuatro primeros son del genial Andy Changó con otras tantas versiones de canciones de Vian: en el primero canta ¡Viva el progreso! en un vídeo en el que se mezcla la interpretación en directo con sencillos efectos de estudio. El segundo es Beber, la peculiar versión que el argentino hace de Je bois, una muy cáustica canción de Boris Vian, en una actuación registrada en el madrileño Teatro Alfil en noviembre de 2008. El tercero es Snob, también en el teatro Alfil, con una introducción en la que ofrece una breve pero reveladora descripción de la personalidad de Boris Vian. Y el cuarto, y no podía faltar, es No quisiera morir, la para mí mejor canción del disco de Andy Changó consagrado al francés. Aparece en un concierto en el Círculo de Bellas Artes, también de Madrid, grabado a fines del pasado noviembre. La canción está precedida por un largo preámbulo en el que el cantante recrea las circunstancias auténticas de la muerte de Boris Vian. Para cerrar la sección quiero que escuchéis la voz del propio Boris Vian en una muy breve grabación, de escaso interés más allá del reseñado: rendir homenaje al personaje despidiendo esta entrada mediante su presencia real.




Boris Vian

martes, 16 de marzo de 2010


ALI FARKA TOURÉ. EL ALCALDE DE NIAFUNKÉ

El segundo programa con el que Buscando leones en las nubes quiere homenajear al inmenso Ali Farka Touré al cumplirse los cuatro años de su muerte, se mueve en idénticos parámetros que el primero, emitido hace siete días. La música formidable del maliense, solo o en compañía de Ry Cooder o Toumani Diabaté, en piezas instrumentales o con su voz al frente, tocando la guitarra acústica, la eléctrica o incluso alguno de los intrumentos tradicionales de su país, se presenta entreverada por los textos de Lucy Durán, la gran experta internacional en la música africana. Se trata de una particular y muy sucinta biografía de Ali Farka Touré, que la semana pasada nos llevaba al término de su adolescencia, en la que se nos narra la vida del músico, su evolución musical, las peripecias de su carrera artística, sus inquietudes personales, las relaciones con sus conciudadanos en su pueblo, Niafunké, del que llegó a ser alcalde en los últimos años de su vida. Espero que podáis disfrutar de esta a mi juicio estupenda conjunción de textos y canciones y que ella sirva para despertar el interés, si es que no existe ya en vosotros, por la obra del maestro maliense.

En la sección de vídeos os propongo tres muy interesantes. En primer lugar, Kala Djula, extraído de este reciente álbum póstumo del que os hablaba la semana pasada, Ali & Toumani, grabado con Toumani Diabaté. Luego, una actuación registrada en Ségou, Malí, en la que interpreta Amandrai, una pieza en la que se pone de manifiesto de manera evidente el indiscutible origen africano del blues. Por último, como no podía ser menos, quiero cerrar esta celebración de la figura de Ali Farka Touré y de su enorme legado musical con Diaraby, nuestra sintonía desde el primer programa, hace ya once temporadas. Yo pude ver en directo a Touré hace muchos años, al menos diez, en Granada, en los Jardines del Parque García Lorca, una fragante noche de verano, y os puedo asegurar que guardo un magnífico recuerdo de aquel concierto recogido e intimista. Quizá con los vídeos aquí presentados podáis haceros una idea aproximada de su poderosa presencia en los escenarios.




Ali Farka Touré. El alcalde de Niafunké

martes, 9 de marzo de 2010


ALI FARKA TOURÉ. UN HIJO DEL RÍO

El 7 de marzo de 2006 murió en Bamako Ali Farka Touré, un mito de la escena musical maliense (la Real Academia proscribe el uso de este gentilicio, exige malí), uno de los grandes clásicos de la música africana, un personaje clave para entender el extraordinario impacto que están ejerciendo en muy distintos puntos del mundo a lo largo de estas tres últimas décadas los ritmos, el sonido, las canciones, la música de África. Ali Farka Touré, guitarrista genial, cantante singular, excepcional autor en cuyas composiciones es posible rastrear las ancestrales raíces africanas del universal blues contemporáneo, especialmente del norteamericano, es también el intérprete, en colaboración con Ry Cooder, otro extraordinario talento, de Diaraby, la melodía con la que desde hace once años, desde el comienzo de nuestras emisiones, abrimos y cerramos Buscando leones en las nubes. Entonces, hace cuatro años, pocos días después de su muerte, dedicamos a su figura un par de programas en los que presentamos los aspectos más destacados de su biografía, de su entorno familiar y personal, de su vida en Niafunké, su hogar maliense, así como de las peripecias de su larga carrera artística. Un artículo de la experta Lucy Durán constituyó la base de esa particular recreación de la rica personalidad humana y musical del malí. En la vertiente sonora de esas dos emisiones se ofrecían unas cuantas piezas extraidas de la amplia producción discográfica de Alí Farka Touré, especialmente, de The Source, Talking Timbuktu (con la decisiva colaboración de Ry Cooder, esencial para el conocimiento y difusión de Ali en todo el mundo), Niafunké e In The Heart Of The Moon (a dúo con Toumani Diabaté, una obra maestra), a mi juicio sus mejores álbumes. Quedaban fuera, por razones obvias, otros dos discos fantásticos, el póstumo Savane, y el muy reciente Ali & Toumani, que recoge piezas no publicadas de In the heart of the moon.

He decidido reeditar ahora, en el cuarto aniversario de su muerte, esos dos programas y ofreceros así la posibilidad de acceder a ellos, en semanas sucesivas, a través del blog. Os dejo también un par de vídeos en los que se pone de manifiesto la belleza de la propuesta musical de Alí Farka Touré. En primer lugar un formidable documento sobre la grabación de ese trabajo conjunto de Ali Farka Touré con Toumani Diabaté, en el que podemos escuchar a los dos músicos y a su colaborador circunstancial, también desgraciadamente fallecido, el cubano, Orlando ‘Cachaíto’ López, y, sobre todo, comprobar el extraordinario clima creativo que rodeó el registro del disco. Luego, una envolvente actuación en el Festival del Desierto de 2003, en Niafunké, interpretando Goye kur en una atmósfera también fascinante y mágica (¡lástima los molestos y excesivos créditos!).

PD.- Parece que la invasión publicitaria de hace siete días fue, tan sólo, un ataque coyuntural. Esperemos que no cunda el ejemplo y podáis disfrutar los vídeos sin la molesta irrupción comercial. Dejaré activa mientras tanto, por si acaso, en la columna lateral de esta página mi algo airada llamada de atención.




Ali Farka Touré. Un hijo del río

martes, 2 de marzo de 2010


WOODY ALLEN

Casi todas las temporadas Buscando leones en las nubes dedica un programa al cine coincidiendo con la ceremonia de entrega de los Oscars de Hollywood. El programa de ayer continúa esa pauta ya arraigada en nuestras costumbres, un ritual que año tras año se repite ofreciendo distintas aproximaciones musicales y literarias al universo cinematográfico en paralelo a esa otra rutina, ésta fastuosa y con repercusión mundial, que transcurre a partir del deambular, casi siempre rutilante, de las celebridades hollywoodienses por la alfombra roja del Kodak Theater de Los Ángeles.

El protagonista absoluto de la emisión de este año es Woody Allen, uno de mis directores favoritos, a quien he escogido como centro de ambas vertientes del programa, la referida a los textos y la vinculada a las canciones. En el primero de los ámbitos, el literario, escucharéis, si os decidís a adentraros en el programa, algunas citas de sus libros y, sobre todo, de sus películas, algunos fragmentos memorables, algunas reflexiones hilarantes, algunas líneas de diálogo inolvidables, algunos agudísimos juegos verbales; geniales manifestaciones, todos ellos, de su vivísimo ingenio y su fecunda inteligencia creadora y, sobre todo muy descriptivos también, de su ideario personal, de su pensamiento, de su peculiar modo de entender la existencia. Son textos que he espigado de un puñado de libros excelentes que os recomiendo, pues además de resultar indispensables para un mejor conocimiento de la personalidad y la obra de Woody Allen, son muy interesantes en sí mismos. De Linda Sunshine, Woody Allen en imágenes y palabras, publicado por Ediciones B en 1993. De Pep Aixalà, Todo sobre Woody Allen, que dio a la luz la Editorial Océano en 2001. De Eric Lax, el mayor experto del mundo en el genial director judío, dos obras maestras, Woody Allen. La biografía, que yo he leído en un volumen de 1991, publicado por Ediciones B, y Conversaciones con Woody Allen, más reciente, de 2008, debido a la Editorial Lumen. Por último, El universo de Woody Allen, publicado por Ediciones Notorius en 2008, y en el que varios autores realizan aproximaciones diversas y muy completas al mundo del magistral director.

Para un mejor acercamiento a la personalidad de Woody Allen he querido recrear la atmósfera habitual de sus películas, seleccionando piezas presentes en algunas de sus obras cinematográficas. El jazz, sobre todo el de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, omnipresente en sus filmes, ocupa de este modo el centro de la emisión, con canciones en su mayor parte muy reconocibles y, en cualquier caso, muy fácilmente identificables, de muy sencilla asociación al universo del neoyorkino. Así, han sonado, en una selección estupenda, Body and soul interpretada por el Benny Goodman Quartet. My ideal, con Art Tatum y Ben Webster, Two sleepy people, con Earl Hines, Moonlight serenade en la versión de la orquesta de Glenn Miller, Did I remember en la voz prodigiosa de Billie Holiday, Poor butterfly con Red Nichols y su orquesta, When your lover has gone, interpretada por otra orquesta, la de Bert Ambrose, Dream a little dream of me, un clásico de los sesenta, en versión admirable de Ella Fitzgerald y Louis Amstrong, Moonglow, excelente en el clarinete de Artie Shaw, I’m in the mood for love, con el formidable piano de Errol Garner, You made me love you en la versión de Harry James, el clásico Caravan con la orquesta de Bunny Berigan, y una insólita All my life en la voz algo desmañada de Julia Roberts.

Las películas de cuyas bandas sonoras he elegido las piezas escuchadas han sido, por orden de aparición, Días de radio, Septiembre, La maldición del escorpión de jade, Stardust memories, Celebrity, Balas sobre Broadway, Poderosa Afrodita, Deconstruyendo a Harry, Alice, Misterioso asesinato en Manhattan, Hannah y sus hermanas, Sweet and lowdown y Todos dicen I love you, en una muestra espero que suficientemente representativa de las preferencias musicales de Allen, desperdigadas aquí y allá (con una unidad de estilo, sin embargo, admirable) por toda su extensa y vigorosa filmografía.

En la muy socorrida sección de vídeos (pues permite completar estas siempre algo superfluas entradas) Woody Allen vuelve a ser el único protagonista, en pequeños fragmentos de sus películas e incluso algún monólogo o una entrevista televisiva, en los que brilla su proverbial ingenio. Espero que, como a mí, despierten vuestra sonrisa; más aún, desaten vuestras carcajadas.

PD.- Observo ahora, mientras redacto esta entrada, que una molesta (y en cualquier caso no querida) publicidad asalta las pantallitas en las que habitualmente ofrezco los vídeos correspondientes a cada emisión semanal. Intentaré hacerla desaparecer. De resultar inevitable (las innobles estrategias de los mercaderes en internet suelen ser difíciles de contrarrestar)... se acabaron los vídeos (al menos en este formato) en Buscando leones en las nubes.




Woody Allen