martes, 22 de diciembre de 2009


TOM WAITS. LA ELEGÍA DEL VOLCÁN

¿Cuántos músicos pueden ofrecer un repertorio en el que haya, al menos, cuarenta canciones de tal entidad que constantemente se hagan versiones de ellas y todos los grandes nombres (y también los menos destacados) del universo musical las interpreten y las recreen una y otra vez? Muy pocos: los Beatles, Bob Dylan, quizá los Rolling Stones, puede que Bowie o Van Morrison, sin duda Leonard Cohen, algunos escasos elegidos más… y Tom Waits. Con el programa de esta semana suman cuarenta y tres (en realidad cuarenta y dos, Downtown train ha sonado dos veces, la última para dar cabida a una versión española, como más abajo os contaré) las diferentes piezas del genial artista californiano (escritas, casi todas, en colaboración con Kathleen Brennan, su mujer) que han visto la luz en las cuatro emisiones de la serie que hoy finaliza y que en Buscando leones en las nubes hemos dedicado a su inmensa figura con ocasión de su sexagésimo cumpleaños. Veronica Mortensen, los catalanes de la J. Teixi Band (junto con Los Hermanos Dalton, de los que conozco también una interpretación de Downtown train, y Bunbury, al que le he escuchado Broken bycicles, son, que yo sepa, las únicas muestras de la acogida de la obra de Tom Waits en los cancioneros de músicos de nuestro país), James Taylor, Alex Chilton, Marianne Faithfull, Nancy Griffith, Jack Ingram y Valerie Carter nos ofrecen sus estupendas versiones (muy distintas en estilos, del jazz al country, del rock de garaje al blues) en este programa postrero. Un programa que, como es natural, no podía terminar sin escuchar una vez más la voz, la genuina, la inclasificable, la destrozada y la, sin embargo, intensa voz de Tom Waits (hace casi treinta años, en un juego recurrente, yo ponía en mi casa sus primeros vinilos a amigos y conocidos, que no sabían de la existencia del músico, y siempre, sin excepciones, todos imaginaban que tras esa voz rota se escondía un cantante negro, de mucha edad -tirando a viejo-, presumiblemente orondo y seguro que envuelto en sudor. La sorpresa, cuando tras la escucha les mostraba las carátulas y descubrían a un joven -en esos primeros discos no llegaba a los treinta años- que era además blanco y escuálido y esquivo y desharrapado, era mayúscula). De modo que he encadenado algunas canciones escogidas de entre diversas actuaciones en directo para despedir la emisión y la serie. Esta opción, la de escuchar a Waits en sus conciertos, resulta muy oportuna, además, porque estos días se presenta el disco Glitter and doom, grabado en vivo, y que recoge algunos momentos significativos de su última gira mundial en 2008.

Y es precisamente esta gira de 2008, que lo trajo a España, la que está presente detrás del texto que acompaña las canciones del californiano. He leído en el programa, entre las versiones de sus piezas, un artículo magnífico de Carlos Boyero publicado en El País el 11 de julio de 2008 con el título de La elegía del volcán. El texto, apasionado y sincero, emotivo y conmovedor, refleja los sentimientos de su autor ante la tardía llegada de Tom Waits a España en unos conciertos a los que el crítico no podría asistir por encontrarse enfrascado en sus habituales quehaceres profesionales, esos que, como de costumbre, lo llevan a distintos festivales cinematográficos por todo el mundo. Carlos Boyero, con el que comparto adscripción generacional, además de bastantes opiniones y no pocos puntos de vista, recrea en su breve artículo, a la manera de una escueta crónica de esa generación común, la pequeña historia musical de todos aquellos que, nacidos en torno a los cincuenta y sesenta del siglo pasado, hemos amado la música desde muy jóvenes y hemos encontrado en ella, en el rock, en el pop, en la música progresiva, en los cantautores, una forma de mostrar nuestra diferencia, de manifestar nuestra identidad rebelde, de expresar nuestra sensibilidad, ahogada por los estrechos límites de aquellos oscuros años del tardofranquismo. Los referentes de Carlos Boyero en ese terreno que mezcla música y experiencia vital (los primeros conciertos de los Rolling Stones, la llegada de Bob Dylan a España, las decenas de bandas escuchadas en el Rock-Ola, y tantos otros, entre ellos la versión más intensa y menos estrambótica del propio Tom Waits) son los mismos que los míos. Las sinceras palabras de su crónica rezuman verdad, algo de nostalgia, mucha experiencia auténtica, mucha vida vivida, gozada, disfrutada con intensidad, también algo de sufrimiento y dolor. Constituyen, en cualquier caso, además de, como digo, una muy fiel crónica generacional, un inmejorable homenaje a nuestro admirado Tom Waits (una admiración sin fanatismos, sin adhesiones ciegas, con las tristes cautelas, con la prudente distancia que desgraciadamente -quizá- pone la edad).

Y los vídeos, claro, tenían que recoger también las múltiples facetas de Waits en directo. He escogido algunas muestras de sus actuaciones, tanto en esta última gira (de la que hay muchos testimonios filmados, pero casi siempre de baja calidad) como de otras intervenciones en programas de televisión y shows varios. En primer lugar, escucharemos All the world is green, grabada en 2002 en el recurrente programa (aparece con frecuencia en el blog) de David Letterman; la interpretación va acompañada de una larga entrevista con el famoso (y últimamente controvertido) comunicador en la que Waits demuestra sus capacidades humorísticas. Luego, Innocent when you dream, quizá la canción que más me gusta de las suyas, en una insospechada versión registrada en San Remo (no en el festival, obviamente), en 1986. En tercer lugar lo vemos en una actuación más reciente, en Houston en 2008, cantando Tom Traubert’s blues, también llamada Waltzing Matilda, con su extraordinaria melancolía y su inmensa emoción. De su colaboración con el Kronos Quartet, que dio lugar a un disco magnífico de 2003, rescato una maravilla, Cold, cold ground, que ya ha sonado en el programa. Otra canción preciosa, You can never hold back spring, se escucha -en un vídeo de muy mala calidad, pero que, pese a ello, permite apreciar la belleza de la pieza- en un concierto en Buenos Aires en 2007. Y para cerrar, metidos como estamos en las navidades, su desoladora Christmas card from a hooker in Minneapolis, arropada por su también tristísima versión de Silent night (nuestra Noche de paz…). Se trata de un concierto antiguo (de hace veinte años, como mínimo, pienso), aunque desconozco la fecha y el lugar, pero en cualquier caso muy apropiado, como os digo, para estas fechas. Con él despido Buscando leones en las nubes por este 2009. Espero que hayáis disfrutado de nuestras emisiones y de los cientos de canciones y vídeos y textos ofrecidos en los programas y en el blog. A la vuelta de las vacaciones, en enero, retomaré el pulso normal de esta página, aunque si me resulta posible os ofreceré antes alguna edición antigua del programa. En cualquier caso, el lunes 11 de enero vuelve a las ondas, y por lo tanto, también aquí, Buscando leones en las nubes con una nueva oferta de música y literatura que espero pueda resultar de vuestro agrado. Muchas gracias por vuestro amable seguimiento a lo largo de este año. Pasad unas felices fiestas y disfrutad de las vacaciones (quienes las tengáis). Confío en que se cumplan vuestros mejores deseos para este próximo 2010 (siempre que no supongan la desaparición del blog, que vaya usted a saber, puestos a desear… de todo habrá…).




Tom Waits. La elegía del volcán

martes, 15 de diciembre de 2009


TOM WAITS. SOY UN VIEJO GRUÑÓN

El tercer programa consecutivo que Buscando leones en las nubes dedica a Tom Waits con ocasión de su sexagésimo aniversario vuelve a incidir en las pautas marcadas en los dos anteriores: declaraciones del californiano recogidas del interesante libro Tom Waits: conversaciones, entrevistas y opiniones, publicado por la editorial Global Rhythm y en el que el periodista norteamericano Mac Montandon presenta varias decenas de entrevistas con el singular cantautor norteamericano, hilvanadas con algunas de las magníficas canciones de Waits (escritas, casi todas, en colaboración con su mujer, Katlheen Brennan) que suenan en las voces de algunos de sus más rendidos admiradores, dispersos por el mundo entero. Fijaos en la variedad y en la riqueza, en la calidad y en lo heterogéneo del elenco de artistas que presenta esta semana Buscando leones en las nubes: del mundo de la ópera procede Anne Sofie von Otter, cantando Take it with me en el disco grabado con el legendario Elvis Costello, figura del pop-rock (si es que su genialidad permite que se le encasille en algún género). Desde los territorios del country llegan un clásico, Willie Nelson y otra gran figura, Kimmie Rhodes, juntos en una magnífica Picture in a frame. Otra de las mejores canciones de Tom Waits, Innocent when you dream, aparece en la versión de Lana Lane, una intérprete de rock progresivo, al parecer, con influencias metálicas y algo góticas, y a la que no conocía hasta que apareció en mi búsqueda de canciones para el programa. Viktor Laszlo es el nombre artístico (tomado de la película Casablanca: así se llamaba el marido de Ingrid Bergman en el film) de Sonia Dronier. Es una cantante francesa (yo la recuerdo, muy guapa -con perdón-, en Boom, boom, una película, su única película, creo, dirigida por Rosa Vergés hace veinte años). En el programa lleva a cabo la interpretación más ‘waitsiana’ de toda la emisión, no en vano suena en ella la voz del propio Waits: una algo dislocada pero estupenda Lowside of the road. A continuación aparece una rareza, Pascal Fricke, que recrea con su guitarra clásica una delicadísima gema, You can never hold back spring. Caroline Henderson, cuyo trayectoria musical se desenvuelve en los ambientes del jazz, canta Nobody, otro clásico. Christmas card from a hooker in Minneapolis (muy apropiada para la época, ahora que hasta Bob Dylan presenta su preceptivo disco de villancicos) suena en la versión de la cantautora norteamericana, Neko Case. Un muy popular (en su país) músico polaco, Kazik Staszewski, pone la nota exótica al programa con la ajustada versión (que guarda bastantes paralelismos con el original) del Yesterday is here. Le sigue una cantante que también ha protagonizado destacadas incursiones en el cine, Sally Norvell, tejana. Su versión del Please, call me baby me parece estupenda. Diamond in your mind es la aportación al programa del inmenso (en todos los sentidos) Solomon Burke, toda una leyenda del soul (ya está 'en los fogones' un programa monográfico dedicado a su música). La delicada y preciosa Martha la escuchamos en la voz de Tim Buckley, otro mito del rock que forma parte de la legión de admiradores de Tom Waits. Reparad en que Buckley murió en 1975 y se ve que ya para entonces Waits ejercía su influencia sobre sus colegas de profesión. La penúltima pieza del programa es Blue skies. Su intérprete es Floyd Dixon, fallecido también en 2006, después de una larga carrera centrada principalmente en el rhythm and blues. Y para cerrar una muestra tan diversa y para mi gusto interesante, escuchamos a Carlos Careqa, un cantautor brasileño, de Sao Paulo, que tiene un disco entero de versiones de Waits; de él he extraído E tudo fica azul, una recreación libremente traducida del All the world is green.

En la sección de vídeos os dejo algunos correspondientes a canciones que, pese a su belleza, no han encontrado sitio en los distintos programas emitidos y aún por emitir. No he querido repetir ninguna pieza (de hecho en las cuatro emisiones sólo una aparece dos veces, y por razones que explicaré la semana próxima) ni ningún intérprete, por lo que he tenido que dejar fuera algunas versiones que me gustan mucho. Os las ofrezco ahora en vídeo. De Tori Amos una muy sentida interpretación de Time en el programa de David Letterman. De los Eagles, la espléndida Ol’55, que llegó a ser más conocida en su versión que en la del propio Tom Waits; aquí los vemos en un concierto de 1974. De la grácil Emiliana Torrini la también muy popular I hope that I don’t fall in love with you, de la algo más arisca y salvaje Cat Power, Yesterday is here, y de Liz Durrett, la excepcional November; en los tres casos las canciones suenan sobre sendos fondos de fotos fijas. Y para terminar, de nuevo Carlos Careqa. La triste Tom Traubert’s Blues se convierte en su provocador portugués en Boa noite, Matilda, pero su interpretación, también algo estrambótica, es preciosa.

PD.- En origen, el programa de esta semana se titulaba Tom Waits. Un viaje beodo, recogiendo una frase del propio Waits que define muy adecuadamente, a mi entender, el universo de su autor. Ayer mismo decidí, no obstante, cambiar el titulo por el que ahora encabeza esta sección. Se trata de otra de sus afirmaciones, que también recojo en la emisión y que igualmente resulta ser muy definitoria de su personalidad, incluso la artística. Mentiría si dijera que no me siento bastante identificado con ella. Muchos de los seguidores de este blog pensarán lo mismo… y a la vista de mis últimas filípicas, si así lo hicieran, creedme, no les faltaría razón.




Tom Waits. Soy un viejo gruñón

martes, 8 de diciembre de 2009


TOM WAITS. EN LA OSCURA Y NEURÓTICA NOCHE AMERICANA

Ayer, siete de diciembre, Tom Waits cumplió sesenta años. El programa de esta semana de Buscando leones en las nubes continúa con la serie de homenajes que a lo largo de un año hemos dedicado al californiano con la excusa de su aniversario pero con la mucho más poderosa razón de celebrar su inmenso talento artístico. En la emisión de ayer han sonado versiones de algunas de sus piezas más representativas en las excelentes interpretaciones de músicos muy diversos, pertenecientes a países y épocas y estilos bien distintos, en lo que constituye una buena prueba de la enorme y profunda capacidad de influencia de Tom Waits en el ámbito de la música popular. Así, podéis recrearos con Claudia Bettinaglio, suiza, que procede del mundo del blues, y con la ecléctica italiana Laura Fedele, tan cercanas al universo de Waits que han publicado, ambas, discos completos de versiones de sus canciones; con la leyenda del rockabilly Lee Rocker; con la elegante y distinguida diva del jazz Diana Krall; con Jane Birkin, auténtico mito de la música francesa; con la cantautora de Los Ángeles Eleni Mandell, una de las artistas preferidas del propio Tom Waits; con la cantante gospel Ashley Cleveland; con la brasileña Cibelle, una artista multimedia, que frecuenta la música electrónica; con el ya clásico Johnny Cash; y, para terminar, con dos intérpretes de Gran Bretaña: Christine Collister, que se desenvuelve con soltura en los territorios del jazz, el blues y la música folklórica, y la venerable Linda Thompson, auténtica leyenda del folk británico. Reparad, vuelvo a insistir, en la variedad de registros en los que se mueven los admiradores de Tom Waits, y fijaos además, escuchando sus interpretaciones, en cómo cada uno de ellos conserva su personalidad pese al indiscutible nexo común que suponen las canciones del californiano.

En el terreno literario (término algo excesivo dado el tono y el propósito último de los textos) continúo ofreciéndoos fragmentos del libro Tom Waits: conversaciones, entrevistas y opiniones, escrito por el norteamericano Mac Montandon y publicado por Global Rhythm. Se trata de una recopilación de comentarios entresacados de diversas entrevistas realizadas a Tom Waits a lo largo de más de treinta años por diferentes medios de comunicación de todo el mundo. Anécdotas, opiniones llamativas, exabruptos, singulares análisis de la realidad, reflexiones varias sobre los procesos de creación artística, sobre el universo musical, sobre su propia carrera profesional, sobre la existencia en general, debidas a un Tom Waits mordaz, irónico, que se muestra a menudo provocador y sarcástico, muchas veces esquivo, con frecuencia burlón, y casi siempre ocurrente e ingenioso.

El complemento del programa en la ya habitual sección de vídeos lo integran esta semana tres estupendos que recogen canciones radiadas en la emisión de ayer. Espero que esta selección no provoque tantas reticencias como la aparición, al parecer ‘irreverente’, de Scarlett Johansson hace siete días, aunque quién sabe... En primer lugar escuchamos a la algo fría y estirada y sin embargo magnífica Diana Krall haciendo una recogida y notable interpretación del Temptation. A continuación Jane Birkin con Sharleen Spiteri, esta vez sin sus Texas, cantando Alice a dúo y en directo en una filmación bastante defectuosa pero que permite disfrutar de la espléndida canción. Y para terminar, una dulcísima Cibelle en una versión perfecta de Green grass.




Tom Waits. En la oscura y neurótica noche americana

martes, 1 de diciembre de 2009


TOM WAITS. TODOS ME CONOCEN EN EL VERTEDERO

Que me apasiona Tom Waits es algo que a ningún seguidor habitual de Buscando leones en las nubes le puede pasar desapercibido. Son numerosas las ocasiones en las que sus canciones han aparecido en diversas ediciones del programa, sin contar el hecho de que su obra ha protagonizado hasta cuatro de nuestras emisiones monográficas. Ya anticipé hace muchos meses que el genial cantautor californiano cumple sesenta años el próximo siete de diciembre, y que por ello, como homenaje y celebración de su inmensa figura artística, Buscando leones en las nubes iba a continuar con la serie de programas que desde hace un año hemos dedicado a su compleja personalidad. Si en ocasiones precedentes os he ofrecido sus preciosas canciones y sus interesantes letras o he mostrado los paralelismos de su obra con la de Raymond Carver, dos almas ciertamente gemelas, en los cuatro programas que quedan para finalizar el trimestre quiero que escuchéis, otra vez, cerca de cuarenta de sus canciones, aunque en las voces de otros intérpretes pertenecientes a territorios musicales muy alejados, a veces, al del músico de Pomona. En concreto, la emisión de esta semana os trae las personales versiones de Madeleine Peyroux, Solveig Sleitajell, Scarlett Johansson, Everything but the girl, los Ten Thousand Maniacs con Natalie Merchant al frente, Rod Stewart, Megan Mullally, Holly Cole, Lisa Bassenge, Carla Bozulich y Norah Jones. El resultado de la puesta en común de tan diversas aproximaciones a la música de Tom Waits es, a mi juicio, delicadísimo, intenso y memorable, por lo que estoy seguro de que no sólo los fanáticos del californiano, sino incluso quienes puedan denostarlo, encontrarán en este programa motivos para el regocijo, el disfrute y el placer. Y es que en este sentido, dejadme deciros de modo algo inmodesto que si estos programas sobre Tom Waits me entusiasman es, sobre todo, por la maravilla de las canciones, ya que lo esencial de estos cuatro últimos Buscando leones en las nubes del año 2009 se concentra en la música, en esas espléndidas canciones que irán saliendo al aire en las inspiradas -y en ocasiones inesperadas- versiones de tantos músicos excelentes que se acercan así, con respeto y veneración, a la obra de Tom Waits.

Es posible, en cambio, que la experiencia no sea similar -esto es, que no haya motivos para el entusiasmo apasionado- en lo que se refiere a los textos del programa que, a priori, operan como mero relleno, como elemental argamasa que me permite unir una y otra pieza musical. He entresacado del libro Tom Waits: conversaciones, entrevistas, opiniones, escrito por el periodista norteamericano Mac Montandon y publicado por la editorial Global Rhythm, algunas reflexiones de Tom Waits sobre todo lo divino y lo humano: el matrimonio y la familia, la amistad, la noche, el alcohol, la creación artística, la celebridad y la fama, el cine, y, sobre todo, la música, los secretos de la composición, la innovación y los experimentos musicales, la industria del disco, su propia trayectoria artística, su influencias, sus manías. El libro, indispensable para los seguidores de Waits, recoge cuarenta entrevistas a las que el músico se sometió a lo largo de más de treinta años en diversos medios de todo el mundo. Y no es que las palabras de Tom Waits sobre los temas mencionados constituyan una extraordinaria aportación a la historia del pensamiento universal, pero en tanto permiten descubrir su personalidad (aunque miente como un bellaco, confunde voluntariamente a los periodistas, siembra de pistas erróneas las entrevistas, ‘construye’, en suma, una falsa identidad verdadera), en tanto sus desinhibidos comentarios complementan el universo de sus canciones pueden resultar reveladores, teniendo, además, una cierta gracia, pues casi siempre aflora su vitriólico humor. De modo que proporcionan un marco idóneo para escuchar sus canciones, esas canciones en las que se concentra la depurada esencia de su inconmensurable talento artístico.

Y en la sección de vídeos, tendremos también a Tom Waits sin Tom Waits. Ya sabéis que Scarlett Johansson publicó un cedé entero de canciones del californiano, un disco curioso y estimable (sin más) con el título de Anywhere I lay mi head (hace algunas semanas ha visto la luz The break up, su segunda incursión en los estudios de grabación, en el que canta a dúo con Pete Yorn: no está mal, hay que escucharlo sin prejuicios). Os ofrezco cuatro muestras de ese primer disco “waitsiano” con la magnética y arrebatadora presencia de la actriz. Las interpretaciones, sin resultar aborrecibles, no son gran cosa (a veces da la impresión de que desafina), pero quién podría sustraerse al encanto de su intérprete (su belleza nos haría soportarla hasta cantando El torito guapo). De modo que, sin solución de continuidad (no hay tiempo ni para respirar), aquí están Yesterday is here, Anywhere I lay my head, Green grass y la magnífica Falling down. A propósito de la insoportable (en sentido literal: es demasiada su perfección para la limitada naturaleza humana) belleza de Scarlett Johansson, una belleza (ya lo escribí aquí en otra ocasión) espiritual, como lo son todas las que de verdad importan, más allá de la irrelevante y trivial y grosera y onanista exhibición de los calendarios, recuerdo que un personaje de una película de Fernando Trueba le decía a la protagonista (he olvidado quién era la actriz): Eres tan hermosa que sólo mirarte produce dolor. Pues eso… ¡¡¡a sufrir!!!




Tom Waits. Todos me conocen en el vertedero

martes, 24 de noviembre de 2009


… DUÉRMETE YA

La celebración, el pasado 20 de noviembre, del Día Mundial de la Infancia así como los cincuenta años, profusamente recordados en los medios de comunicación, de la Declaración Universal de los Derechos del Niño (¡¡¡cuántas mayúsculas!!!) nos ha servido de excusa, aquí en Buscando leones en las nubes, para dedicar dos emisiones al mundo infantil con textos y canciones alusivas a la infancia. Si hace siete días leíamos nanas de destacados poetas y escritores hispanoamericanos y escuchábamos, también, canciones de cuna extraídas del inmenso acervo musical de muy variados países del mundo, hoy, en cambio, el enfoque del programa, manteniendo un espíritu similar, presenta sin embargo algunas ligeras diferencias con el de entonces.

Con respecto a los fragmentos literarios, siguen siendo los niños los protagonistas de la emisión, pero unos niños algo, sólo algo, más creciditos. He escogido algunos poemas de grandes nombres de la literatura en castellano como José Moreno Villa, Cristina Peri Rossi, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gabriel Celaya, José Agustín Goytisolo, Antonio Gamoneda, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, José Ángel Valente, Luis Cernuda y Javier Velaza, en los que los autores se muestran en tanto padres, y dirigen a sus hijos pequeños, recién nacidos en muchos casos, sus palabras esperanzadas, llenas de ilusión, repletas de recuerdos, de promesas, de consejos, pero también de dudas, de incertidumbres, de desconcierto, sentimientos todos provocados por el acontecimiento, trivial pero especialísimo, repetido pero único, del nacimiento de sus hijos.

En la vertiente musical del programa me ha parecido oportuno continuar ofreciéndoos nanas. Sólo que esta vez, frente al tono más o menos tradicional o folklórico (entendido el término en su mejor sentido) de las cancioncillas de hace una semana, el referente que ha guiado mi selección lo constituye lo que podríamos llamar ‘nanas modernas’, es decir canciones de intérpretes pertenecientes a géneros musicales más actuales, como el pop, el rock o el country (en efecto, el vocablo 'pop' está admitido, ya, por la Real Academia como plenamente castellano; no así country o rock... cursivas, pues, para ellos... misterios del DRAE), con una intención, bien directa o tan sólo lateral, vinculada al universo infantil. Así, han sonado Tom Waits, The Dixie Chicks, Marianne Faithfull, Angelo Branduardi, Julie Doiron, Vienna Teng, Fleetwood Mac, Emmylou Harris con Dan Seals, Natalie Merchant, Queens Of The Stone Age, Faith Hill y The Be Good Tanyas.

Y hablando de nanas, permitidme otra recomendación, más allá de los programas de Buscando leones en las nubes. Ya os anticipé en la entrada precedente la reciente publicación de un magnífico volumen, denominado El gran libro de las nanas, y que lleva como subtítulo, que se nos ofrece desde la propia portada, Las más bellas canciones de cuna en lengua española desde sus orígenes hasta nuestros días. El libro está publicado por El Aleph y se trata, como habréis adivinado a partir de su significativa rúbrica, de una completa antología de nanas, fruto de la estupenda labor como editora de la escritora mallorquina y Catedrática de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona, Carme Riera. Para la ardua tarea de compilación de las canciones de cuna recogidas no sólo de la literatura, sino de la tradición oral de tantos siglos, la editora ha contado con la colaboración de una de sus antiguas alumnas en la Facultad, Araceli León, con la que rebuscó en manuscritos, cancioneros, colecciones y textos poéticos varios cuantas nanas pudieran encontrar hasta conformar, con el resultado de dicha pesquisa, un libro que Carme Riera dedica en su prólogo a las madres que desde hace millones de años acunan a sus hijos, a los padres que empiezan a acunarles desde hace poco y, de un modo especial, a los niños y niñas para que sigan durmiéndose arropados por la poesía que destilan las nanas.

El libro, altamente recomendable si os interesa el tema, incluso si no es así, se divide en cuatro grandes capítulos, unidos, cada uno de ellos, por un eje principal, por una idea vertebradora. En primer lugar, bajo el título A la nanita, nana, se recogen canciones de cuna anónimas, procedentes de la tradición. Algunas nos llegan a través de la transmisión oral, otras gracias al trabajo de recopilación de estudiosos del folklore español, de cuyas obras se dan las oportunas referencias bibliográficas por si el lector quisiera profundizar en ellas. En la segunda sección, que se titula El corderillo blanco, se incluyen villancicos populares, villancicos que son, en definitiva, nanas especialmente dedicadas al Niño Jesús. Se trata de composiciones anónimas incluidas en los cancioneros de los siglos XVI, XVII y XVIII. Muchas de ellas tienen un origen claramente profano, pero han sido ‘reformuladas’ a lo divino, adaptadas a las tradiciones religiosas relativas al nacimiento de Cristo y al contexto navideño del Belén. Si me adurmiere madre, es la rúbrica que encabeza el tercer capítulo, dedicado a las nanas, ya con autor identificado, del siglo de oro, con una presencia destacada de Lope de Vega. Son poemas en los que los poetas cultos escriben nanas de carácter religioso, nacidas con una clara vocación de oralidad, para ser cantadas en las celebraciones festivas de la Navidad. El cuarto capítulo, el más extenso del libro, pues ocupa más de doscientas páginas de las cerca de cuatrocientas del volumen, se titula De la cuna a la luna y constituye la demostración palmaria de la pervivencia de la nana como forma poética actual, pues se ofrecen significativas muestras del género en el mundo literario contemporáneo, que incluye desde canciones de cuna nacidas a principios del siglo XIX, bajo la inspiración romántica, hasta la producción poética infantil, podríamos decir, de autores consagrados de nuestras letras en el siglo XX, como Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego, José Hierro o Gloria Fuertes, a los que se suman los ya citados con anterioridad y junto a tantos otros, llegando, incluso, hasta el presente 2009 con una nana de este mismo año debida a Luisa María Martín Alonso.

En el acostumbrado espacio de los vídeos os presento la emocionante y tristísima My skin, de la genial Natalie Merchant, que ya ha salido muchas veces en Buscando leones en las nubes y que no es, de ninguna manera, una nana, aunque contiene una mención indirecta a la que me he agarrado para volver a programarla en la emisión de esta semana. A continuación, el Godspeed (Sweet dreams) de las Dixie Chics, grabado en directo en un concierto de 2003 (con una propina, su éxito Landslide). Y para terminar, almíbar a raudales con la estupenda, aunque rozando peligrosamente la cursilería, Lullabye for a stormy night, de Vienna Teng, con un inevitablemente lacrimógeno fondo de imágenes de Bambi, una de las obras maestras de Walt Disney.

El programa de esta semana está dedicado a la menor de mis siete sobrinos, Carlotiña, ese guisantito pequerrecho al que véis en la foto que preside esta entrada.




Duérmete ya

martes, 17 de noviembre de 2009


DUÉRMETE, NIÑO…

La edición de esta semana de Buscando leones en las nubes viene tierna y llena de dulzura. Aprovechando la muy tenue excusa de la celebración, el próximo 20 de noviembre, del Día Mundial de la Infancia he querido reeditar (con algunos cambios) un par de emisiones que ya salieron al aire hace unos cuantos años y que tienen a los niños como centro y motivo principal.

Para completar el programa de esta semana, el primero de la serie que continuará el lunes próximo, he escogido como protagonistas a las nanas, en su doble vertiente, tanto literaria como musical. Desde el punto de vista de la literatura, la emisión ofrece algunas canciones de cuna entresacadas de un libro precioso, muy bellamente editado, con ilustraciones magníficas, publicado en 2004 por la editorial Media Vaca, una editorial de libros para niños, con el nombre de Libro de nanas. Como su título indica, el libro recoge nanas, deliciosas nanas de destacados escritores españoles e hispanoamericanos, de entre los que he escogido textos de Miguel Hernández, Gabriela Mistral, José Agustín Goytisolo, Bernardo Atxaga, Marilina Ross, Federico García Lorca, Víctor Jara, Gloria Fuertes, Leo Maslíah, Ángel Guache, Pablo Guerrero y Nacho Fernández, junto a una última nana, Duerme negrito, de origen popular y anónimo muy conocida, muy presente en la música, sobre todo cubana, con la que he querido cerrar la serie. En estos mismos días, con los programas ya preparados y 'cerrados', se ha presentado otro magnífico libro sobre el tema, El gran libro de las nanas, en una edición espléndida debida a la escritora mallorquina Carme Riera y publicada por El aleph, de la que os hablaré la semana próxima.

Para acompañar musicalmente la lectura de los muy dulces versos de las canciones de cuna, he recopilado unas cuantas nanas del mundo, de países muy distintos, con la intención, indisimuladamente cosmopolita, de mostrar cómo ese sentimiento de arrobo y cariño, de amor incondicional y de ternura hacia los niños que se concentra y alcanza su mayor expresividad en la poesía de las nanas no tiene fronteras y aparece con idénticas intensidad y belleza en Madagascar y Serbia, en Australia y Polonia, en Brasil, Escocia, Benín y Estados Unidos, en Argentina y Canadá y Rusia y, por supuesto, en España, que son los países de donde proceden las canciones de nuestro programa de esta semana. Unas canciones intepretadas por Enrique Morente, Erick Manana, Virginia Rosa, la Letterstick Band, Beatriz Pichi Malen, Angelique Kidjo con Carlos Santana, Tanja Solnik, Kroke con Nigel Kennedy, Fortuna, Goran Bregovic, Zulya, Teresa Doyle y Lynn Morrison.

Dentro del espacio que habitualmente dedicamos a los vídeos mis apreturas laborales sólo me permiten presentaros la excepcional Lullaby de Goran Bregovic y la también muy emotiva y conmovedora Lullabye for Kamilla de Nigel Kennedy y Kroke, con un fondo, ambas, de fotografías espléndidas de muy distintos estilos e intención pero igualmente atractivas (algo cursis y manidas las primeras, sobrecogedoras las segundas, con impresionantes imágenes de la vida de los judíos polacos en la segunda guerra mundial). Para terminar, siguiendo esta última pauta algo impactante y dramática, tras los clips (compruebo sorprendido en el Diccionario de la Real Academia que ya existe el término en castellano y que no hay que escribirlo en cursiva, por lo tanto; a ver cuándo le toca el turno a blog y puedo dejar de hacer funambulismo con el html) musicales os muestro un corto, un tanto efectista, aunque muy humano y poético, en el que las canciones de cuna están presentes como fondo de una historia que sólo se insinúa, sólo se evoca de un modo muy inteligente y sutil. Se trata de Nana, su director es José Javier Rodríguez Melcón y ganó un Goya en 2006.




Duérmete, niño...

martes, 10 de noviembre de 2009


LA INMENSA SOLEDAD DEL DESIERTO

Por segunda semana consecutiva Buscando leones en las nubes viaja al desierto. Y lo hace a través de la novela del mismo título escrita por Jean-Marie Gustave Le Clézio, el premio Nobel francés, tan querido en nuestro programa. Desierto es un libro fascinante, uno de los mejores de su autor, una novela intensa, emotiva, bellísima. Una novela que nos traslada a los implacables paisajes del desierto sahariano, a las áridas extensiones solitarias que parecen rehuir la vida, a las dunas que, de un modo casi imperceptible, se ondulan y se desplazan y hacen y rehacen sus perfiles de continuo, en un movimiento que no cesa pese a su estática quietud. Un libro cuya lectura, emocionante, conmovedora, nos hace sentir el ardor terrible del sol sobre la arena, la inmensidad de los cielos sin fin, la soledad salvaje de un territorio en el que ni el horizonte ofrece un motivo de consuelo, la luz hiriente, la sequedad del aire, la sed rotunda y brutal. Desarrollada en dos planos distintos y complementarios, Desierto describe el desplazamiento por las ásperas pistas saharianas, en 1909, de miles de guerreros y sus familias, pertenecientes a las tribus del norte de África, en una larga marcha en la que como sonido de fondo resuena, ominoso, el eco de del movimiento de las tropas del ejército francés y la amenaza de un posible enfrentamiento militar con los hombres blancos. En un segundo espacio novelístico, muchos años después. Lalla, una niña que desciende de esos hombres azules del desierto, viaja hacia Marsella en busca de mejores oportunidades de vida, pero con la triste añoranza, con la nostalgia profunda de su tierra, de sus orígenes, del desierto. De esta magnífica novela están entresacados los textos del programa de esta semana, pero así como en la emisión de hace siete días los textos pertenecían fundamentalmente a la primera vertiente del libro, el algo delirante deambular de los guerreros saharianos por la vasta y cruel extensión desértica, en esta segunda edición, sin olvidar del todo dicha perspectiva, suena sin embargo, en la mayor parte de los fragmentos, la voz de Lalla, evocando su paisaje natal.

Y los textos de Le Clézio se presentan arropados por la misteriosa y sugestiva música de los países ‘ribereños’ del desierto del Sahara. Las canciones de Mansour Seck, Mahmoud Ahmed, el Seckou Keita Quartet, Tartit, el Ensemble El Moukhadrami, Sona Diabaté, El Hadj N’Diaye, Malouma, Habib Koité y Djeli Moussa Diawara con Bob Brozman pueden encontrarse, entre otras muchas, en los tres discos dobles de la serie Desert Blues que, desde 1995, viene ofreciendo lo mejor de la música del Sahara. Ambientes del Sahara, Sueños de oasis y Entre dunas y sabanas son los títulos de los tres discos, tres joyas musicales que os recomiendo vivamente.

En la sección de vídeos os dejo, también, algunas piezas formidables que no por pertenecer a territorios musicales desconocidos o poco convencionales, situados en órbitas excéntricas a las de las siempre muy previsibles listas de éxitos, debiérais dejar de explorar. Así, la delicadísima Laare, de Baaba Maal y Mansour Seck, dos impresionantes músicos senegaleses, cuyo disco conjunto de 1998, Djam Leelii, es, sencillamente, imprescindible. Así, también, la vigorosa interpretación en directo de Wassiye hecha por el maliense Habib Koité. Así, por último, la hipnótica versión que hace el legendario Mahmoud Ahmed, un mito en su Etiopía natal, del Ere mela mela, quizá su éxito más conocido en Occidente (yo aún la escucho en un vinilo de… ¡¡¡1986!!!; además, afortunadamente, pude verlo en vivo, en una actuación insuperable, contagiosa, poderosísima, en los estivales escenarios de La Mar de Músicas en Cartagena hace sólo unos años)

(PD.- Vuelven a reproducirse, en algunos pasajes del programa, las deficiencias técnicas, vuelven ciertas distorsiones de sonido, vuelve una incómoda saturación en los tonos más altos de mis palabras… vuelven, pues, mis disculpas: soy muy perfeccionista, aborrezco estos fallos, no decisivos (y, creedme, no soy benevolente conmigo mismo) pero sí molestos para una escucha relajada, atenta, tranquila… la escucha ‘perfecta’ a la que aspiro en Buscando leones en las nubes. Lo siento, procuraré que no se repitan, al menos no de modo tan ostensible: no es la excelencia técnica una de las grandes virtudes de las emisiones de Radio Universidad)




La inmensa soledad del desierto

martes, 3 de noviembre de 2009


LOS INFINITOS CAMINOS DEL DESIERTO

Aprovechando este largo puente que ya queda atrás, Buscando leones en las nubes ha querido proponeros un viaje, un fascinante recorrido por las inmensas y cambiantes dunas del desierto del Sahara. Nuestra emisión se recreará a lo largo de dos semanas en la belleza de los misteriosos paisajes, de los caminos infinitos, de las áridas pistas, de la desoladora plenitud del desierto.

Para ello, para intentar trasladaros la perturbadora atmósfera de esos parajes inhóspitos pero bellísimos, el aire seco, la luz irresistible, el sol febril, la noche azul, el cielo límpido, estrellado, refulgente, para acompañar el errático deambular de los hombres y mujeres del desierto, con sus ropas tupidas y opacas, con su piel agrietada cubierta por hermosos arabescos de henna, con su silencio inquietante, con el secreto de sus inmensos ojos negros, única muestra externa de la profundidad de sus almas, para, en definitiva, vivir en el desierto durante quince días, Buscando leones en las nubes utiliza los dos recursos de los que se vale habitualmente, la música y la literatura, con canciones y textos literarios que tienen en las dunas del Sahara a sus protagonistas principales.

En el terreno literario he escogido fragmentos de la, a mi juicio, mejor novela de Jean-Marie Gustave Le Clézio, el Nobel francés del que hace un año, más o menos por estas mismas fechas, y con la excusa del galardón sueco, ya os ofrecimos un programa. Se trata de Desierto, una magnífica obra maestra, una historia, como todas las de Le Clézio, que exhala un poderoso aliento telúrico, arraigada a la tierra, en la que el paisaje, la naturaleza, durísima y hostil y sin embargo muy atractiva, ese desierto sin horizonte, de una despiadada inhumanidad, se constituye en algo más que un mero escenario para las peripecias de los personajes (siempre desarraigados, errantes, expatriados, ajenos a todos y a a todo, perpetuos extranjeros de sí mismos en busca de un destino, de un sentido, de un lugar propio en el mundo) y alcanza un relieve principal, se convierte en protagonista.

Y entre los textos suenan, también evocadoras de la inmensidad del desierto, magníficas canciones africanas, nacidas de los pueblos que bordean el Sahara. Son, todas, canciones que nos trasladan, con su ambiente mágico y misterioso, con su intenso exotismo, a las ardientes arenas desérticas, a su conmovedora soledad. Se trata de piezas extraídas de tres discos dobles que con el título genérico de Desert blues vienen recogiendo, desde 1995, en el que se presentó el primero, lo mejor de la música creada en los países tocados por la inmensa magnitud del desierto africano. Ambientes del Sahara, el primero de la serie, como os digo de 1995, Sueños de oasis, de 2002, y el último por ahora, Entre dunas y sabanas, de 2008, contienen, cada uno de ellos, más de veinticinco impresionantes muestras de la excepcional -y sin embargo bastante desconocida- música que crean los pueblos del desierto. En esta primera emisión han sonado Tinariwen, Souad Massi, Majid Bekkas, Gigi Shibabaw, Youssou N’Dour, Dimi Mint Abba, Kanté Manfila, Ngou Bagayoko, Bassekou Kouyaté con Lobí Traoré y Hasna El Becharia (la legendaria cantante argelina a la que durante la emisión me referí obstinada e inexplicablemente en masculino).

Para ilustrar con imágenes este recorrido literario y musical por el desierto del Sahara os dejo algunos vídeos. Unos hipnóticos Tinariwen interpretando en directo la envolvente Amassakoul. Una lánguida Souad Massi susurrando, como si de una Carla Bruni argelina se tratara, la preciosa Raoui en un programa televisivo. Un vídeo con imágenes folklórico-turísticas de Etiopía, una Etiopía de postal, verde y feraz, ciertamente alejada de nuestro árido motivo central, pero con la maravilla de la voz de Gigi Shibabaw cantando Balewashintu. Y para terminar, un como siempre energético Youssou N’Dour (puedo dar fe de ello: lo he visto en directo cuatro o cinco veces; hay que ir pensando en algún programa monográfico que lo tenga como centro) con uno de sus clásicos, Birima.




Los infinitos caminos del desierto

martes, 27 de octubre de 2009


JULIO RAMÓN RIBEYRO

Nada más jamás. Jamás probar. Jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor. Con esta sugestiva cita de Samuel Beckett, excelente, repleta de significados y muy conocida (y reiterada hasta la saciedad en múltiples foros, una insistencia a la que desde aquí contribuyo, mea culpa), os presento la edición de Buscando leones en las nubes de esta semana que retoma el tema del fracaso, aunque esta vez centrándolo en la figura de un escritor magnífico, cuya obra os recomiendo con entusiasmo, Julio Ramón Ribeyro, el autor peruano de cuyo nacimiento se cumplieron ochenta años el pasado 31 de agosto (no hay semanas suficientes para tantas efemérides en Buscando leones en las nubes).

Julio Ramón Ribeyro es un escritor formidable, que cuenta en su no muy dilatada trayectoria literaria (murió con apenas cincuenta y cinco años) con novelas, ensayos, teatro, colecciones de aforismos y reflexiones (excepcional su Prosas apátridas) y, sobre todo, cuentos, espléndidos cuentos, reunidos en una edición ejemplar por Alfaguara, que los presentó en 1994 con el título de Cuentos Completos. Julio Ramón Ribeyro es también el autor, y por ello protagoniza nuestra emisión de esta semana, de La tentación del fracaso, un voluminoso diario que recoge sus anotaciones personales tomadas entre 1950 y 1978. El libro lo publicó en 2003 la editorial Seix Barral, con estupendos prólogos de Ramón Chao (padre de Manu Chao, dicho sea entre paréntesis) y Santiago Gamboa. Os dejo aquí los enlaces a dos aproximaciones muy completas al diario del peruano en distintas revistas literarias. La primera, muy ceñida e interesante, aparecida en Letras Libres, la legendaria cabecera mexicana; la segunda, algo más densa y con más pretensiones, pero igualmente atractiva, en Espéculo, la revista de estudios literarios de la Universidad Complutense. De La tentación del fracaso están extraídas todas las citas de la presente edición de Buscando leones en las nubes, fragmentos que aluden a la insatisfacción, el sinsentido, el hastío vital, la frustración que acompañan a un jovencísimo aspirante a escritor que traslada a su diario las perplejidades, la angustia existencial, la melancolía crónica de una vida que se desenvuelve entre bandazos por distintos escenarios americanos y europeos (Madrid y Barcelona entre ellos).

Y acorde con el tono algo amargo y desesperanzado de los textos, aparece la música, también triste y melancólica. Unas canciones, sin embargo preciosas, interpretadas por Grant Lee Phillips, Lhasa de Sela, Cat Power, Lisa, Maria Gadú, Gigi, Vetiver, Zee Avi, Joe Henry, Sara Tavares, Eels y Lizz Wright.

En la sección de vídeos quiero ofreceros cuatro deliciosas versiones interpretadas por algunos de los artistas que han aparecido en el programa. En primer lugar la delicadísima recreación del Last night I dreamt that somebody loved me de los Smiths (¡salud para Morrisey, desvanecido hace un par de días en un concierto!) en la voz intensa y emocionada de Grant Lee Phillips, con un fondo de imágenes no demasiado evocadoras, a mi juicio, pero… ¡¡qué canción!! A continuación, Lhasa de Sela nos trae de nuevo a Leonard Cohen con su Who by fire. Detrás de ella, Cat Power, con la fantástica versión, tan triste, del Wonderwall de Oasis, mejor que la original. Y para terminar, la impresionante interpretación del Old man de Neil Young en la poderosísima voz de Lizz Wright.




Julio Ramón Ribeyro

miércoles, 21 de octubre de 2009


EL DULCE SABOR DEL FRACASO

El eje temático, un tanto vago y difuso, sobre el que gira el Buscando leones en las nubes de esta semana, el nexo que enlaza los fragmentos literarios y las canciones del programa (un programa que salió al aire con bastantes deficiencias técnicas, por las que os pido disculpas) es el fracaso. El fracaso como condición consustancial de la existencia, la certeza de que el ser humano está abocado, por naturaleza, por su naturaleza mortal, a fracasar es una de las claves de la obra de Émile Cioran, el pensador rumano, el filósofo del pesimismo, al que véis en la foto y que en una cita que apareció ya en la emisión que inauguró Buscando leones en las nubes en su primera temporada, en el curso 1999/2000, decía: Todos los hombres tienen que destruir su vida. Y según la manera como lo hagan se llamarán triunfadores o fracasados. Pues bien, de ello trata nuestra edición de esta semana, del fracaso, de la radical imposibilidad de dar alcance a nuestros sueños, de la constatación del hecho de que nuestros deseos se verán siempre desmentidos por la realidad, y a la vez, de la necesidad de mantener -contra viento y marea- nuestras ilusiones, de la necesidad de seguir viviendo entusiasmados pese a la inutilidad de tanto esfuerzo.

La razón por la que he querido dedicar al fracaso esta emisión de Buscando leones en las nubes -más allá del interés que desde siempre ha tenido este tema para mí (el íntimamente dulce sabor del fracaso frente a la amargura del éxito, siempre algo obsceno, siempre algo estéril, siempre algo falso)- está relacionada, como casi siempre en estos casos, con el azar. Recientemente me han asaltado -podríamos decirlo así- en diferentes ámbitos dos manifestaciones especialmente emocionantes de esta idea que hoy nos ocupa. Por un lado, escuché días atrás la descripción que hacía el director de cine José Luis Garci de una secuencia de una película -cuyo título no recuerdo- en la que un personaje que aparece en escena se interesa por el resultado de un partido de fútbol que alguien está viendo en la televisión. ¿Quién va ganando? -pregunta el recién llegado-. Nadie, contesta el otro, unos pierden más despacio que los otros. Por otro lado, tuve ocasión de ver, hace algunas fechas, un documental sobre el exilio republicano que siguió a nuestra guerra civil, y en él un anciano español residente desde los días aciagos de aquella contienda en Bélgica, uno de aquellos “niños de la guerra” que abandonó nuestro país tras la rebelión militar contra la República, contaba, en su castellano materno casi olvidado, y obligado a recurrir a su francés adoptivo, ya -quizá- más definitivamente suyo; contaba, digo, entre sollozos, y con emoción incontenible, que sufría enormemente cuando veía un partido de fútbol entre España y Bélgica, pues no sabía entonces cuál de los dos equipos preferir, despojado ya para siempre de su identidad, el fracaso al que otros condenaron su vida puesto de manifiesto entonces, patente en esa opción trivial. Al final, decía entre lágrimas, voy por el que pierde, siempre voy por el que pierde.

Y con este motivo unificador he elegido textos y músicas. Todos los fragmentos leídos se refieren, aunque sea de un modo muy vago e indirecto, a la pérdida, a las derrotas, a los proyectos incumplidos o frustrados, a la impotencia y el desasosiego a los que nos conduce la certeza, inequívoca, de la imposibilidad de alcanzar nuestros sueños, al eterno conflicto entre la realidad y el deseo, a la dificultad de vivir una existencia casi siempre lamentable, a la atormentada conciencia de nuestra propia finitud, a la radical desesperación que lleva consigo esta triste condición humana que nos humilla y nos obliga a vivir como meros animales racionales cuando, como dioses, somos capaces de imaginar paraísos. Son textos, a mi juicio muy interesantes y sugestivos, escritos por James Salter, Marcos Ordóñez, Antonio Lobo Antunes, Julio Ramón Ribeyro, José Carlos Llop, Andrés Trapiello, Juan Benet, Ricardo Piglia, J. M. Coetzee, José Antonio Garriga Vela y Adolfo García Ortega.

Las canciones elegidas son tristes y melancólicas y evocan, en la atmósfera algo lánguida que las envuelve, en su intimismo doliente, esa misma sensación de abatimiento y desesperanza que marca el tono del programa. Sus intérpretes han sido Yann Tiersen, Carrie Rodriguez, Rosa Passos, Dianne Reeves, Liz Durrett, Kristin Asbjornsen, Jann Arden, Rokia Traoré, Lambchop, Caroline Henderson y Rodrigo Leao con Ana Vieira, Pedro Oliveira y Ana Carolina.

Esta semana sólo puedo dejaros un par de vídeos con dos de las mejores canciones del programa: la delicadísima y preciosa L’échec, de Yann Tiersen, con el fondo de una nocturna y lluviosa Montevideo, la ciudad más triste del mundo, y otra maravilla, Slow day, que he querido que volváis a escuchar pese a que el vídeo no es tal y sí en cambio una muy austera foto fija de Kristin Asbjørnsen, su intérprete.




El dulce sabor del fracaso


martes, 13 de octubre de 2009


CUARENTA AÑOS DEL SARGENTO PIMIENTA
La festividad de este pasado lunes ha impedido que Buscando leones en las nubes se emitiera en las ondas en su horario habitual. Para suplir este vacío, os ofrezco ahora un programa de 2007 dedicado a celebrar los cuarenta años del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el legendario disco de los Beatles.

Como es costumbre (una costumbre que, por desgracia, mi falta de tiempo convierte en cada vez más reiterada) no os dejo aquí un comentario extenso sobre la importancia de este álbum magnífico, sobre las curiosidades de su grabación, sobre la época convulsa en que se registró y sobre el reflejo de ese mundo en cambio en los surcos de aquel vinilo anticipador, sobre las turbulencias, las disensiones, los desencuentros que vivía el grupo en aquellos días, indicadores sutiles de su ya pronta separación, sobre la poderosa y muy notoria influencia de las drogas en sus surrealistas letras y en su innovadora música, también en la vida de sus autores, sobre la extraordinaria repercusión del disco en la vida musical y en la sociedad de su tiempo y aun del que estaba por venir, sobre las deslumbrantes novedades y los controvertidos avances técnicos que supuso, sobre su sorprendente carátula, llena de guiños y de citas y que tantos homenajes y recreaciones y hasta plagios posteriores ha suscitado. De todo ello, y de muchísimas cosas más, habla el imprescindible libro, cuya portada es hoy la imagen de esta entrada, Vida y milagro del Sgt. Pepper’s. Un disco para una época, publicado por Global Rhythm y escrito por Clinton Heylin, un apasionado y muy bien documentado experto. No os lo perdáis, a poco que os interesen los Beatles, los sesenta o el nacimiento y la evolución de la música pop contemporánea.

Mi particular homenaje a otro de mis discos preferidos de los Beatles consistió en una recreación de sus trece canciones originales en la voz de otros tantos intérpretes, en una particular celebración, pista a pista, del talento de los de Liverpool a partir de las casi siempre apreciables ‘reformulaciones’ por parte de algunos de sus devotos admiradores. Así, si os descargáis el programa (o si lo reproducís en esta página), podréis escuchar versiones interpretadas por Gilberto Gil, Rita Lee, Aimee Mann, Fionn Regan, Connie Evingson, Billy Bragg con Cara Tivey, Bikeride, Patti Smith, Claudine Longet, Michelle Shocked, The M’s, Peter Frampton con los Bee Gees y Sting. Entre ellas, las psicodélicas, algo extravagantes, en contadas ocasiones emotivas y muy a menudo anodinas letras de los Beatles, en este disco cargadas de veladas (y a veces no tan ocultas) alusiones a las drogas; un territorio, el del ácido, los psicotrópicos y las sustancias alucinógenas, que los chicos de Liverpool frecuentaban con asiduidad en aquellos tiempos y cuyo evanescente rastro impregna el disco.

Y para que la genuina voz de los Beatles no falte en este recordatorio, os ofrezco en la sección de vídeos, con el inexcusable fondo de la mítica portada del Sargent Pepper, el disco original completo repartido en cinco fragmentos consecutivos.




Cuarenta años del Sargento Pimienta

martes, 6 de octubre de 2009


CRUZANDO ABBEY ROAD


Buscando leones en las nubes continúa con esa faceta algo nostálgica y conmemorativa con la que hemos comenzado nuestra undécima temporada. Y si a lo largo del mes de septiembre fue Leonard Cohen el objeto de nuestra mirada retrospectiva, esta semana son los Beatles, los fabulosos cuatro de Liverpool, los que concitarán nuestra atención con ocasión del cuadragésimo aniversario de la publicación, a finales de septiembre de 1969, en Inglaterra, y a principios de octubre de ese mismo año en Estados Unidos, del magnífico álbum Abbey Road, uno de los mejores de entre los suyos y, creo que no exagero, uno de los mejores en términos absolutos de la historia de la música popular. En cualquier caso, el disco que a mí personalmente más me gusta de los del cuarteto británico y, sin duda, el LP (disculpadme la jerga antediluviana) que más he escuchado en mi vida.

Una vez más, mis limitaciones personales y mi poca disponibilidad de tiempo me impiden desarrollar aquí con profundidad los múltiples aspectos destacados en el disco (el de su extraordinario valor en el orden estrictamente musical, el más general de la inmensa creatividad artística, de la innovación técnica y de la experimentación que rezuman sus diecisiete piezas, el enfoque sociológico que resaltaría su capacidad para recoger y plasmar los movimientos sociales y culturales de la época, la vertiente documental que enfatizaría las circunstancias de su grabación, la presencia en él del germen de la inminente desintegración del grupo, y tantos otros). Como de costumbre, delego en internet y en la wikipedia el tratamiento más detenido de esos temas.

Me limitaré, entonces, en esta entrada, a daros noticia de cuál ha sido mi peculiar acercamiento al universo ‘beatle’ en los diez cursos largos de existencia de Buscando leones en las nubes. Dejadme contaros, de entrada, que yo escuché, con fervor y pasión exaltados, toda la discografía de los Beatles entre mis catorce y mis diecisiete años. Y que, gustándome -y mucho- sus primeros discos, quizá los más conocidos, sin duda los más radiados, los que contienen las canciones que de modo evidente cualquier ciudadano del último y más recóndito rincón del mundo asocia a su nombre (Yesterday, A hard day’s night, Michelle, Ticket to ride, Help, y tantas más), son sus obras finales, singularmente el Sargent Pepper, el Álbum Blanco, y este Abbey Road los que me entusiasmaron entonces y me siguen pareciendo hoy obras maestras. Por ello, en Buscando leones en las nubes hemos celebrado en 2007, 2008 y ahora en 2009, los cuarenta años de, respectivamente, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, The White Album y, hoy, Abbey Road (al que, desde entonces, siempre denominé a la española -y me resulta casi imposible acostumbrarme a lo contrario-: Abi Road, con mi agreste pronunciación de aquellos años, no demasiado mejorada con el tiempo, la verdad).

El programa dedicado al doble Álbum Blanco salió al aire dentro de una serie de cuatro emisiones, radiadas en mayo de 2008, dedicadas a conmemorar el mayo francés de 1968. Las cuatro, incluyendo la beatleliana, os las ofreceré aquí en algunas de esas pausas que tan a menudo, y debido a las vicisitudes del calendario académico, congelan la programación de Radio Universidad. En 2007, la celebración de turno recayó sobre el Sargent Pepper. La emisión, titulada Cuarenta años del sargento Pimienta, aparecerá en el blog la semana próxima, como paliativo de la ausencia de programa el lunes 12, una fecha que, al coincidir con día festivo, nos deja sin emisión en vivo.

Con respecto al programa de ayer, el particular homenaje que hemos dedicado a la última grabación de los Beatles (Let it be, que vería la luz un año después, fue registrado, no obstante, con anterioridad), lo singular de nuestra propuesta consistió en que se pudieron escuchar, en el mismo orden del disco original, sus diecisiete canciones, aunque interpretadas por músicos distintos al legendario cuarteto. Versiones de muy diversa índole, con estilos muy variados, de dudosa calidad o discutible valor en algunos casos, pero que permiten apreciar -todas ellas- la maravilla de las canciones primitivas. Así, aparecieron, Dianne Reeves con Cassandra Wilson, Mina, Frankie Lane, Dani, Anita Harris, Sarah Vaughn, Nina Simone, el Quarteto em cy, Paul Nicholas con Dianne Steinberg, los Bee Gees, Frankie Howard, Roy Wood, Joe Cocker, Ben Folds, Dobbie Dobson, George Benson y los propios Beatles, a los que he dejado que cerraran el programa con la breve y algo iconoclasta Her Majesty, una pista final escondida en el disco. Espero, más allá de que os gusten todas las recreaciones emitidas, que apreciéis mi esfuerzo porque, aunque tengo más de cien discos de versiones de los Beatles, encontrar interpretaciones más o menos dignas y coincidentes con el espíritu del programa para todas las piezas del álbum ha resultado, en algunos casos, muy difícil.

En el apartado de vídeos la opción ha sido muy sencilla. Con la imagen de fondo del famoso paso de cebra de Abbey Road os ofrezco el disco original completo, fraccionado en seis secuencias. De ese modo podéis contrastar la interpretación inicial de los Beatles con las versiones ofrecidas en el programa.




Cruzando Abbey Road

martes, 29 de septiembre de 2009


LEONARD COHEN POETA
La fascinación que la obra -y el propio personaje- de Leonard Cohen ha ejercido sobre decenas de músicos a lo largo de varias décadas se pone de manifiesto de un modo notorio en el programa de esta semana de Buscando leones en las nubes. Si hace siete días os ofrecía canciones de Cohen en versiones de algunos ‘grandes’ de la música popular (casi todos pertenecientes a la generación inmediatamente posterior a la suya, gentes que rondan los sesenta años), escuchando la emisión de ayer podemos encontrarnos con músicos más jóvenes, algunos cuarenta años menores que el canadiense, pero que con sus recreaciones de los clásicos intemporales de Leonard Cohen demuestran que su obra está, por si hubiera dudas, más allá de las épocas y de los estilos, más allá de los gustos singulares y de las peculiaridades de los distintos movimientos musicales, más allá de las ideologías y las diferentes visiones de la vida, más allá de las trayectorias artísticas y las particulares peripecias vitales de quienes la degustan, la disfrutan, la reinterpretan, e incluso la critican; rasgos estos, los de la aceptación casi universal, que definen a un clásico.

Fijaos en que (y doy este argumento para quienes estos días, en diversos foros, echan pestes de la música de Leonard Cohen, critican su pesadez, sus sosería, el aburrimiento que les suscitan sus canciones, lo pasado de moda de su propuesta) figuras tan distintas como Nick Cave, Ian McCulloch, Suzannna and the Magical Orchestra, Linda Thompson, Martha Wainwright, REM, los Pixies, James, Lloyd Cole, That Petrol Emotion, Beth Orton, o en España Luis Eduardo Aute o Santiago Auserón, entre otros, se han sentido atraidos por las canciones de Cohen, hasta el punto de haber grabado versiones de ellas.

Para la edición de esta semana de Buscando leones en las nubes, con la que se cierra esta miniserie dedicada a Leonard Cohen, he escogido piezas muy conocidas, algunas ya emitidas en otros programas (por ejemplo la perfecta Famous blue raincoat, que tanto me gusta y que suma tres versiones distintas a lo largo de esta serie), en interpretaciones de Antony, Madeleine Peyroux, John Cale, Christina Rosenvinge (a quien, por error, olvidé citar en la emisión en directo), The House of Love, Jennifer Warnes, Josh Ritter, Katie Melua, Claudine Longet, Jabier Muguruza y Jarvis Cocker.

Para conformar la parte literaria del programa he querido mostraros la faceta ‘sólo’ poética de Leonard Cohen, es decir algunos de sus versos que no han sido musicados, que han surgido al margen de su plasmación en canción. No existen, a mi juicio, demasiadas diferencias entre los textos de una y otra vertientes de la producción de Cohen, se mueven todos en un territorio común marcado por el amor, las mujeres, los conflictos de pareja, la muerte, las referencias religiosas, la guerra y la paz… Hay muchos interesantes libros de poemas de Leonard Cohen, casi todos publicados por la editorial Visor con traducciones de Antonio Resines (‘otro’ Antonio Resines). De algunos de ellos he entresacado los que suenan en esta postrera edición de la serie que Buscando leones en las nubes ha dedicado durante el mes de septiembre a Leonard Cohen.

En la sección de vídeos os propongo cinco estupendos. En primer lugar una grabación de Katie Melua, con bastante ruido de fondo e imagen algo titubeante, cantando In my secret life en un festival de jazz de Montreal en 2008. A continuación, Jabier Muguruza interpreta en Sant Cugat el So long, Marianne que ha sonado en el programa (con el valor añadido de los subtítulos en catalán). Luego, el austero Nick Cave encara con delicadeza la magistral Suzanne. En cuarto lugar, Madeleine Peyroux espléndida en una versión en clave jazzística de Dance me to the end of love. Y para terminar, como no podía ser de otra manera, he querido que el cierre lo ponga la voz del propio Leonard Cohen en su doble condición de cantante y poeta: primero interpreta un definitorio I’m your man al que sigue el recitado, profundo e intenso, de A thousand kisses deep, ambos registrados en Londres en esta su última gira.

Buscando leones en las nubes se despide así, por ahora, de Leonard Cohen, agradeciéndole los muchos momentos de belleza y de placer que nos ha proporcionado y deseándole muchos años más de vida plena y de fecunda carrera artística.




Leonard Cohen poeta